martes, 3 de marzo de 2009
Poema nocturno
Yo supe tener la luna llena en mi mesa.
Enorme, brillante,
con hermosos crateres misteriosos
y un lado oscuro que me era fascinante.
Jugaba con ella,
le hacia el amor,
me perdia en el halo de estrellas y
los cometas que la surcaban
en borracheras interminables
por calles inundadas de gente estallando
que vivia extasiada un banquete interminable.
Aunque fuera de día y
el sol fuera fuego ardiendo en la ciudad
yo llevaba mi luna llena en el bolsillo.
Pero como todo, llego a su fin.
Y la noche se hizo negra y
la mesa se vacio y en la cama
solo quedaron despojos de amor y
en las calles sonambulos y suicidas
y putas viejas pasando frio.
De aquella enorme luna llena
solo quedaban migas y de las estrellas
la estela del recuerdo.
La noche fue insomnio
y el rudio interminable de los autos,
los ladridos del perro a la oscuridad,
mientras los cartoneros revolvian la basura.
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