Los ojos negros miraban fijo en el techo. Buscaban algo, una mancha, una sombra, una mosca, un cadáver, una escapatoria, un amor, una solución al hambre del mundo, la luna y las estrellas. Los ojos negros tienen fuego. Una pequeña boca carnosa los enjuaga con la lengua. Chispazos de piel blanca y sudor. Los ojos negros contemplan un pequeño infierno donde perecen las vanidades y las fantasías.
En el corazón de la historia, entre la figura sangrante de la guillotina con la cabeza de Luis XVI y María Antonieta cayendo al cesto y las hordas del Ku Kux Klan apaleando a un negro en Missisipi, alardea la felicidad de reinar en las esperanzas.
Los ojos negros se fascinan con la violencia y el orgasmo.
Son ojos ciegos bien abiertos.
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