Las sabanas revueltas. Sobre ellas un espejo, almohadas, ropa sucia, libros (Walter Benjamin decía que los libros y las prostitutas podían llevarse a la cama), el olor atrapado de la mierda, el semen y el sudor. Al costado un mate frío, un frasco con marihuana, tazas, las toallas y las paredes blancas cambiando de color ( la opresión brota de las sombras para dar lugar a los actos de la locura). No hay signos de la batalla y el silencio solo es interrumpido por los autos en la avenida. No hay rastros del dolor ni la angustia. Solo el observador comprometido con la escena comprende que aquel cuarto se asemeja a los de los ejércitos despedazados en un campo de batalla por los obuses y las esquirlas de la metralla. Un zapato viejo reclama su inocencia.
Todo es derrota en la guerra del amor.
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