La muy puta se aferraba a mi garcha como si fuera el ultimo lugar donde una persona se sostiene para no caer al precipicio. La tragaba, la escupía, la mordía, la sacudía con furia y locura. Y mi garcha dura e hinchada después del primer pase de merca no quería largar su moco, no quería bendecir ese maltrato que sufría acabando en su cara o sus tetas ni podía mearla en revancha por aquellos sacudones violentos. Mi garcha hinchada, dura y morada de los arrebatos de una loca y el flash back de cocaína.
El muy puto me la metía por la boca como si estuviera penetrandome hasta el fondo, provocandome arcadas. Como si en mi boca en vez de dientes y encías hubiera un clítoris y un ducto urinario que diera placer. Yo lo pajeaba con buen ritmo, sintiendo esa brasa ardiendo en mi mano y en mi boca, en los espasmos de vomito, en los sacudones rabiosos que me ahogaban y me hacían sentir una actriz de pornografía amateur. Pero estaba dura, mi novio se había ido un poco más adelante y yo necesitaba si o si sentir la adrenalina del sexo, mi conchita peluda, ardiente y mojada, como un conejito en el caldo.
En el espejo
los maniquíes
reflejan carne y ojos
y órganos
amor y odio
una mueca de fastidio
La muy puta se fue dejándome al palo. El muy puto se quedo sin eyacular.
Ya no queda cocaína
pero la noche
esta bañada de estrellas
y estremecida
por una jugosa luna llena.
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