La Negra Carla le dijo en el odio a Martín.
-Estos me tiene podrida. La verdad tengo ganas de meterme unas rayas de coca y chuparte todo.
Martín se rió y sin que nadie lo viera acaricio la pelvis de la Negra. La reunión seguía. Todos discutían encima de todos sin que nada quedara claro. Alguien abrió la ventana para ventilar el ambiente viciado por el humo espeso de los cigarrillos. El gordo argumentaba en contra de la idea de Martín de ponerle a una revista política de La Matanza de nombre La Barbarie. Argumentaba que no era entendible, que se confundía con la opción federal frente al antagonismo sarmientito de civilización o barbarie y que no decía nada. Martín por su parte sostenía que La Matanza era la expresión de La Barbarie en todos los aspectos que señalaba el gordo, era el lugar que la política liberal y los punteros peronistas que se aprovechaban de ella habían condenado a los trabajadores de La Matanza. La Barbarie era una ironía, decía Martín, para confundir a los muchachos del CdO y que no nos jodan en la actividad, para acercar a los peronistas de izquierda, para abrirnos a un público más critico, para dar cuenta que La Matanza era un cementerio de fabricas y desocupados deambulando por la Ruta 3. Clara y Andrés argumentaban a favor, Raúl y la China tenían dudas, Juan no hablaba, él tenía la posición oficial que era rechazar el proyecto por inviable. La orden del partido era abrir locales, no sacar revistitas sin sentido.
Hacia calor y Clara se saco el buzo, y al hacerlo se levanto involuntariamente la remera, sus tetas quedaron al aire por un segundo. Los suficientes para que todos se quedaran viéndola. Clara se sonrojo y bajo la remera. Andrés dijo burlonamente –No tan rápido. Todos rieron. Clara contesto rápida- Bueno es algo que todos conocen. Nueva risa. La Negra le dice al odio a Martín -¿Y si hacemos una fiestita con Clara? Y por debajo de la mesa le toquetea la pija. Martín la frena. –Para Negra, terminemos la discusión. Pero la discusión se hizo interminable. A eso de las tres de la madrugada la Negra Carla, Martín, Gladys y el Gordo quedaron tirados en los colchones que poblaban casi siempre aquel departamento de militantes en San Justo. Tomaron un vino tinto y peinaron unas rayas de coca que la Negra tenia escondidas dentro de una de las patas de la cama. El Gordo puteo en voz alta –Tanto esfuerzo y discusión para nada. Al final todo es una orden de arriba. –Cálmate, le dijo Martín, lo hacemos igual como agrupación universitaria. La Negra corto la discusión desnudándose frente a todos. Gladys la imito. Tenía la pelvis poblada de una enorme mata de pelos rubios Gladys. El gordo y Martín no se resistieron. Era sábado y la noche había sido larga.
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