Pequeña era ella. Sus pechos duros como rocas. Su boca gruesa como churrascos rojos y sangrantes. Sus ojos verde esmeralda. Rizos. Un cigarrillo en los labios le daban aire de arrabalera, pero no, a pesar del barrio en sus espaldas, ella era una señorita de oficina. Amaba con locura y devoción. No conocía el límite en ello. Pero el amor se comporta cruelmente con quien ama locamente. Y ese día él muchacho su amor le dijo –Amo a otra. Y todo su mundo se derrumbo. Un enorme odio tan parecido amor se apodero de ella. Mujer despechada y decidida a hacer del infierno su hogar.
Con el tiempo se fue calmando. Se hizo más bella tan solo por despecho. Ascendió socialmente, se reconstruyo como persona. Ella nunca perdono lo sucedido. Había encontrado en el infierno un lugar acogedor.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Me gustó. Un placer leerte.
ResponderEliminarHasta pronto.
Es un poco diferente a los otros que te vengo leyendo.
ResponderEliminarTe deseo lo mejor Ateo