Él dijo:
-Mi dedo índice es tan poderoso que va a detener ese tren a toda marcha.
Algo de razón tenían.
Los diarios informaron que de sus restos desperdigados al costado de la vía e incrustados en el frío acero de la locomotora, entre una nariz retorcida y un tórax partido en 15, fue su dedo de la mano derecha (suponen) lo único que quedo entero.
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