Entre el cansancio y la fiebre, la lluvia me promete caricias, un café caliente, libros que arrancan fuego de sus palabras, islas misteriosas, guerras civiles y revoluciones.
Me acurruca el viento y la paleta gris del cielo. Unos dedos pequeños, como espinas de rosas, como agujas de inyección, inflama mi pecho. Me susurra al oído como un viejo lascivo, toquetea mi culo, juega a encender mi piel con la promesa de un sueño sin sobresaltos.
Pero la lluvia, si que es despiadada, destruye en mi toda esperanza en la paz, todo orden que exista sera hijo de la violencia. Y lanza sus truenos como manifiestos.
Me acurruca el viento y la paleta gris del cielo. Unos dedos pequeños, como espinas de rosas, como agujas de inyección, inflama mi pecho. Me susurra al oído como un viejo lascivo, toquetea mi culo, juega a encender mi piel con la promesa de un sueño sin sobresaltos.
Pero la lluvia, si que es despiadada, destruye en mi toda esperanza en la paz, todo orden que exista sera hijo de la violencia. Y lanza sus truenos como manifiestos.
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