martes, 14 de febrero de 2012
una prosa en mente
Llevaba los lentes oscuros para protegerse del sol.
Buenos Aires ardía.
La calle Corrientes era un infierno de cemento y autos y la gente corría apurada hacia sus trabajos o hacia la nada.
Llevaba poca prisa.
El tiempo se le disolvía entre los dedos sin saber a ciencia cierta porque.
Una porción de hipopótamo era tan buen menú como un plato de ravioles o una ensalada.
Llevaba historia en sus espaldas.
Promesas de huelgas y revoluciones y épocas de caos donde los edificios ardían por el fuego y las balas zumbaban como himno de la guerra de clases.
Llevaba una gran dosis de desesperanza y de sueños soñados en las noches de verano.
Unos pocos pesos en el bolsillo, un recuerdo de amor gastado y sandalias.
Llevaba una resaca y la certeza de una nueva embriaguez.
Una mueca triste, una camisa transpirada, una mirada limpia.
Llevaba el sol en la nuca y la luna en la lengua.
Llevaba una prosa en mente que se perdió en el Río de la Plata.
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